Winesburg, Ohio (1919) es un clásico de la literatura norteamericana y es una de las primeras obras modernistas por su forma innovadora, su lenguaje simple, claro y conciso, y el foco puesto más en lo psicológico que en lo argumental. La obra eclipsó al autor. Winesburg, Ohio fue un éxito que revolucionó la manera de contar e influyó sobre toda una generación de escritores como Faulkner, Hemingway, Wolfe, Steinbeck y Salinger, entre otros.
Los veintidós relatos reeditados por Eterna Cadencia en 2014 retratan la vida a fines del siglo XIX en un pueblo rural del medio oeste de los Estados Unidos. Si bien cada uno de los relatos es independiente, en la actualidad se considera a Winesburg, Ohio una novela fragmentada. El pueblo y George Willard, un joven periodista que trabaja en el periódico local, son los elementos que confieren unidad al libro. Cada historia trata sobre uno de los habitantes del pueblo, pero los personajes se entrecruzan en las distintas historias y en casi todas aparece George Willard como testigo o confidente del personaje principal.
Cada historia conduce a un momento de especial intensidad. Un momento de exaltación, de desesperación, de descubrimiento. Son esos «momentos» los que dan sentido a cada relato. Lo importante no es la acción sino expresar la secreta vida interna de los personajes. Es por eso que algunos críticos consideran a Anderson un expresionista. Al expresionismo no le interesa la representación exacta de la realidad porque eso solo expresa la superficie de las cosas. Al deformar o exagerar un rasgo se revela algo de la naturaleza interior y oculta del personaje.
Las escasas cuatro páginas de «El libro de lo grotesco», el primer relato que funciona como introducción, están cargadas de ideas tan densas que podríamos leerlas infinitas veces. Un viejo escritor tiene un sueño, que no es un sueño. Todas las personas que conoció en su vida desfilan ante sus ojos y se han vuelto grotescas. Cuando despierta, el viejo inmediatamente se sienta a describirlas y escribe un libro. La idea central es que los hombres crean las verdades. Luego las personas abrazan esas verdades. Cada persona abraza una verdad e intenta vivir de acuerdo a ella, pero eso la transforma en un ser grotesco y la verdad que abrazó se vuelve algo falso.

La dedicatoria de Sherwood Anderson a su madre. Foto: Magda Solari
Anderson es compasivo con sus personajes. El lector no puede dejar de empatizar con ellos. Decisiones equivocadas, necesidades insatisfechas, padres que no pueden dar a sus hijos lo que ellos mismos no han recibido. Hay en cada uno de ellos una visión distorsionada de la realidad, una perspectiva limitada que los aprisiona y los aliena. La incapacidad de comunicarse, la necesidad de amor, la frustración son una constante. Huir del pueblo parece ser la solución y, sin embargo, son pocos los que logran hacerlo.
Además de ser muy buena, me resultó un placer leer la traducción de Natalia Moret, argentina, en un español con el que me sentí en casa y que considero lo bastante neutro para ser amigable en cualquier país de habla hispana.

Sherwood Anderson
Sherwood Anderson (1876-1941) publicó Winesburg, Ohio a los cuarenta y tres años. Su éxito fue inmediato. No era su primer trabajo, pero había cambiado por completo su estilo. Bajo la influencia de Gertrude Stein descubrió el poder de las palabras. Comenzó a escribir de una manera más simple, con frases cortas, buscando la precisión y la claridad; eliminando palabras vagas, tratando de ser lo más específico posible. Trabajaba mucho en las oraciones y elegía cuidadosamente palabras simples que combinaba de manera inusual para realzarlas y que adquirieran más fuerza expresiva.
La intención era expresar, y no describir, la vida interior de sus personajes, haciendo una correlación entre sus características internas y ciertos rasgos físicos que amplificaba. Así aparece representado lo grotesco. Pero Sherwood escribe: «Estos seres grotescos no eran todos horribles. Algunos eran fascinantes, algunos casi hermosos»…
Aquí, algunas de las innumerables ediciones de Winesburg, Ohio.
Bibliografía consultada:
Foto: Marina Renó
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