Un viaje y un reencuentro

«Todo lo que amamos se convierte en una ficción. De las mías, la primera fue Japón. A los cinco años, cuando me arrancaron de allí, empecé a contármelo a mí misma. Las lagunas de mi relato no tardaron en incomodarme. ¿Qué podía decir yo del país que creía conocer y que, con el transcurrir de los años, se iba alejando de mi cuerpo y de mi mente?

En ningún momento tomé la decisión de inventar. Sucedió sin que yo interviniera. Nunca se me ocurrió deslizar lo falso dentro de lo verdadero, ni disfrazar lo auténtico con apariencias de falsedad. Lo que has vivido te deja una melodía en el interior del pecho: ésa es la que, a través del relato, nos esforzamos en escuchar.»

 

Así comienza La nostalgia feliz (2015), un libro autobiográfico que cuenta un regreso al paraíso perdido de la infancia.

Amélie Nothomb vivió sus primeros cinco años de vida en Kobe, Japón. Aunque era muy pequeña, esos años bastaron para marcarla. Con la pérdida de su niñera Nishio-san, al dejar Kobe, le sobrevino una terrible sensación de orfandad y eso la convirtió en una niña melancólica —o quizás ya lo fuera por naturaleza— que no dejaba de añorar ese paraíso perdido.

Hija de un diplomático belga, acumuló durante su niñez y su adolescencia una serie interminable de mudanzas a países de culturas tan diversas como China, Bangladesh, Birmania y los Estados Unidos. A los diecisiete años comenzó la universidad en Bruselas y al terminar sus estudios decidió volver a Japón. Trabajó un año en Tokio, pero finalmente comprendió que su vida estaba en otra parte. Años después contaría esa experiencia en Estupor y temblores, con la que ganó el Gran premio de novela de la academia francesa.

Amélie fijó residencia en París y sucedió que un día, a sus cuarenta y cuatro años, le propusieron filmar un documental con ella volviendo al Japón de su infancia. Así es como dieciséis años después de ese año en Tokio, Amélie volvió a Kobe con un equipo de la televisión francesa, para recorrer las calles del barrio en que vivía con su familia, reencontrarse con Nishio-san, visitar el jardín de infantes, pasar por Fukushima a solo un año del desastre y reencontrarse con el novio de sus veinte años en Tokio.

El relato de Amélie es fresco, íntimo, está lleno de reflexiones certeras y de momentos emotivos. Amélie desnuda sus contradicciones, el pánico a concretar los deseos más profundos, la dificultad en las relaciones humanas, la incomodidad inexplicable, y lo hace con una prosa sencilla, espontánea, que contrasta con la imagen de escritora excéntrica que parece ser solo una broma para las fotos. Entonces me digo, nuevamente, que la profundidad no necesita ser oscura ni agobiante y la capacidad de ver es independiente de la inclinación del espíritu a las sombras o a la luz.

 


Amélie Nothomb (1967) publicó, desde 1992, una novela al año. Debutó con Higiene del asesino, donde cuenta la muerte de su hermano a manos de un borracho. Sus novelas son muchas veces autobiográficas y cuando no lo son suele aparecer en ellas como personaje. En Ni de Adán ni de Eva, cuenta la relación con su novio tokiota, en Barba azul y Riquete el del Copete, hace dos recreaciones de cuentos infantiles. En Biografía del hambre, habla del hambre que siempre experimentó: hambre de vivir, de leer, de amar; un hambre que en un momento de desequilibrio también la llevó a la anorexia.

La nostalgia feliz / Amélie Nothomb / Trad. Sergi Pámies / 134 pág. / Ed. Anagrama /

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