Santiago Amigorena nació en Buenos Aires en 1962 y emigró unos años más tarde junto con sus padres primero a Uruguay y después a Francia. Treinta años antes, su abuelo había llegado a la Argentina desde Polonia. Quizás haya sido esta emigración cruzada la que llevó a Amigorena a identificarse tanto con su abuelo. Eso y el silencio. «Hace veinticinco años empecé a escribir un libro para combatir el silencio que me ahoga desde que nací», escribe Amigorena en una página previa a la historia que cuenta. Si el silencio de su abuelo fue consecuencia de la historia, el suyo, quizás, lo lleve en la sangre.
En El gueto interior, Amigorena cuenta la historia de su abuelo Vicente Rosenberg, que llegó a la Argentina en 1928. Ya se había casado y tenía tres hijos cuando la guerra comenzó en Europa. Durante muchos años le había dicho a su madre y a sus hermanos que vinieran a la Argentina. Pero no insistió lo suficiente. Hasta que quedaron atrapados en el gueto de Varsovia. Esos años de guerra fueron demoledores para Vicente: años de angustia, de espera, de noticias inciertas y de una culpa que no le daba tregua. Una culpa que poco a poco lo llevó al mutismo, como una suerte de castigo autoimpuesto del que nunca pudo volver.
«Vicente, para ignorar lo que habría podido saber, mientras los últimos alemanes eran expulsados de Polonia, mientras los soviéticos liberaban Auschwitz, seguía cerrando los ojos con todas sus fuerzas. Sin querer saber, sin querer saber más, sin querer saber más nada, ni siquiera lo que ya sabía, se encerraba en un silencio cada vez más pesado, cada vez más compacto, un silencio que, enterrado en el fondo de su vientre, había empezado a crecer como un tumor maligno, ocupando poco a poco su pecho, sus pulmones, su garganta, su cráneo.»
Ninguno de ellos sobrevivió.
La novela no solo cuenta una historia individual, sino que reflexiona sobre las identidades fijas, impuestas, repasa el fascismo, la guerra, las atrocidades, de una manera sobria pero que aprieta más y más a medida que leemos.
El gueto interior se publicó en Francia en el 2019 y fue finalista al mismo tiempo de tres premios importantísimos: el Goncourt, el Médicis y el Renaudot. En el 2020 se publicó en Argentina con traducción de su primo, Martín Caparrós, también nieto de Vicente.

Santiago Amigorena vivió en Francia casi toda su vida, pero pasó su infancia primero en Buenos Aires y después en Montevideo. Esa emigración doble transformó a Santiago en un niño y, luego, en un adolescente extremadamente callado. Cuando empezó a escribir —en francés— proyectó toda una obra autobiográfica, de la que ya ha publicado varios libros. A la fecha solo se tradujeron tres: Mis últimas palabras, Aquellos días que no olvidaré y El gueto interior. Sin embargo, la carrera de Amigorena tiene que ver más con el cine. Escribió unos 40 guiones de películas y también dirigió algunas. En el 2019, El gueto interior fue una revelación dentro de la literatura francesa.
Gracias Magda!!!!! Amo tus reseñas!
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Gracias, Rosa!!! Un abrazo!!!
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